El Derecho Internacional y las Relaciones Diplomáticas en la Asamblea de 1813

Por Carlos Alberto Mayón

 

Introducción

La Asamblea General Constituyente de 1813 puede ser analizada desde múltiples perspectivas, en todas las cuales se advierte su enorme trascendencia.

Una de ellas, la que abordaremos en esta oportunidad, es la Política Internacional, las Relaciones Internacionales y, en definitiva, el Derecho Internacional.

El siglo XIX se inició con la gran convulsión que había significado la Revolución Francesa en Europa y en el mundo.

Los últimos años del siglo XVIII habían visto la caída de la monarquía francesa, el surgimiento del pueblo como protagonista central de la vida política y, más tarde, una nueva concentración del poder en una persona que en su inicio había aparecido como representativo de esas nuevas ideas.

En España, la nueva situación llevó a la invasión de su propio territorio, cuando en 1806 Napoleón Bonaparte intervino en la península.

En América, esa convulsión fue particularmente importante, pues, a la influencia de los acontecimientos franceses y europeos, se sumaron factores propios.

Antes de la Revolución Francesa, se había producido la rebelión de las colonias inglesas del norte del continente, donde, luego de reivindicaciones sobre temas particulares, como los impuestos, se habían agregado los principios políticos de Constitución, Libertad e Igualdad, difundidos en Europa durante el siglo XVII y en ese mismo siglo XVIII. Todo ello llevó a que en el año 1776 se declarara la Independencia de Estados Unidos, y que en 1787 se dictara la Constitución de Filadelfia, que serviría de modelo para el mundo en general, y América Hispana en particular.

En los territorios ocupados por España, se agregaron condimentos propios: la situación de opresión en que se encontraban los indígenas, y la discriminación que sufrían los criollos.

La caída de la monarquía española y su reemplazo por un rey francés -José I Bonaparte- el triunfo de los principios revolucionarios en Europa y el mundo, que parecía irreversible, todo se sumó para que en todo el continente se iniciara la rebelión.

Lo cierto es que, a finales del siglo XVIII, una suma de factores como la introducción del Enciclopedismo y la Ilustración, la independencia de Estados Unidos, la Revolución Francesa, la antipatía hacia el centralismo político-económico de la metrópoli y la invasión napoleónica a España, inspiró los primeros conatos independentistas en América ([1]).

En ese contexto a comienzos del siglo XIX se produjeron las revoluciones en las colonias españolas, con acontecimientos como los de 1806, con la tentativa de Miranda en Venezuela y, en el Río de la Plata, la Revolución de Mayo.

Influencias intelectuales en la diplomacia europea a comienzos del siglo XIX

En las dos primeras décadas del siglo XIX, las ideas filosóficas, políticas, intelectuales  y literarias tuvieron en Europa distintas y contradictorias vertientes: por un lado, la continuidad y profundización de las del Siglo de las Luces, ideas democráticas, liberales y republicanas de la segunda mitad del siglo XVIII; y por otro, la contradicción -a veces extrema- de las mismas: las ideas reaccionarias que precedieron y acompañaron a la Santa Alianza.

Muchos protagonistas de esas corrientes enfrentadas fueron también diplomáticos con gran peso en la configuración del nuevo mapa europeo posterior a la Revolución Francesa, las guerras napoleónicas y la Restauración, pero predominaron, en este ámbito, quienes adherían a las ideas reaccionarias.

Mencionaremos a dos de ellos: Chateaubriand y de Maistre.

Chateaubriand, (fundador del romanticismo en la literatura francesa) en el año 1802 publicó “El Genio del Cristianismo” (Le Génie du Christianisme), una apología de la fe cristiana avivada por el renacimiento religioso ocurrido en Francia después de la Revolución.

Además de sus actividades literarias y políticas, Chateaubriand se desempeñó en la diplomacia, llegando incluso a ejercer el cargo de Ministro de Asuntos Exteriores ([2]).

Asimismo, influyó decisivamente para que la Santa Alianza apoyara el restablecimiento del absolutismo en España tras el Trienio Liberal, induciendo al Primer Ministro, Joseph de Villèle, a enviar a España al duque de Angulema, en la denominada expedición de los Cien Mil Hijos de San Luis, aun contradiciendo las posiciones de Gran Bretaña.

Por su parte, Joseph-Marie conde de Maistre, en 1807 publicó su “Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas”. De Maistre en Francia, y Burke, en Gran Bretaña, fueron los máximos representantes del pensamiento conservador opuesto a las ideas de la Ilustración y la Revolución francesa.

En cuanto a su actividad diplomática, el rey de Cerdeña, Carlos Manuel IV, nombró a de Maistre ministro plenipotenciario en San Petersburgo, donde fue consejero en la sombra del zar Alejandro I. Permaneció en dicho cargo desde 1802 hasta 1817.

Puso a Dios en el centro de todas sus doctrinas, afirmando que el Creador se manifiesta de forma misteriosa, especialmente a través de los milagros, a los cuales el hombre debe responder con la oración ([3]).

La filosofía política de Joseph de Maistre, dotada de un absoluto pesimismo, partía del principio de que la injusticia no puede ser vencida, y la prueba de ello fue la muerte de Jesucristo, el justo por excelencia.

Su principal obra política, “Consideraciones sobre Francia” (1797), presentaba a la Revolución francesa como un acontecimiento satánico y “radicalmente malo”, tanto por sus causas como por sus efectos. Fue un enemigo declarado de las ideas de la Ilustración, condenó a la democracia, como causa de desorden social, y se mostró firme partidario de la monarquía hereditaria. Este conservadurismo añadió a la religión y al poder espiritual infalible del Papa la función de liderar la lucha contra la decadencia histórica a que se dirigía la humanidad ([4]).

Influencias intelectuales en América

En América, la actividad intelectual más importante fue la derivada de las ideas liberales, democráticas y republicanas, pese a las trabas que opuso la monarquía española, temerosa de que ello hiciera peligrar sus dominios.

Durante el tiempo de la Colonia, España nunca confió en la lealtad de los criollos, por lo que éstos se sentían postergados y humillados. 

En cuanto a los indígenas, durante los más de trescientos años de dominación, se produjeron numerosas sublevaciones.

Además, hubo hechos políticos sumamente trascendentes, que debían influir en todo el continente. Así ocurrió con la Revolución Norteamericana, que llevó a que en el año 1776 se declarar la Independencia de Estados Unidos.

Lo cierto es que, a finales del siglo XVIII, una suma de factores como la introducción del Enciclopedismo y la Ilustración, la independencia de Estados Unidos, la Revolución Francesa, la antipatía hacia el centralismo político-económico con la metrópoli y la invasión napoleónica a España, inspiró los primeros conatos independentistas.

Esta situación se agudizó en el siglo XIX, con acontecimientos como los de 1806, con la tentativa de Miranda en Venezuela; en 1810, la Revolución de Mayo en Buenos Aires; en 1811, la independencia de Venezuela y su ruptura de todo vínculo con España; y la acción de Morelos en México, entre los años 1811 y 1815, entre otros factores.

Pero, al producirse la caída definitiva de Napoleón, la Santa Alianza ayudó a España  a reconquistar sus dominios americanos, provocando la reconquista de Caracas por España, el 30 de mayo de 1815. En definitiva, ese año 1815 el rey Fernando VII había reconquistado sus dominios  en toda América, con la única salvedad del Río de la Plata.

La Difusión del Constitucionalismo

A comienzos del siglo XIX, la Revolución de la América Hispana se produjo en el contexto de la Difusión del Constitucionalismo Clásico, siguiendo los modelos de América del Norte y Francia, de la segunda mitad del siglo XVIII.

Además, en esa etapa tuvo una gran influencia en el mundo y, en particular, en la América Hispana, la constitución española del 19 de marzo de 1812, conocida como la “Pepa”. Por ejemplo, en el Río de la Plata, los proyectos de Constitución de 1813 tuvieron como una de sus fuentes más importantes la citada constitución de Cádiz

La situación europea

Hasta 1812 la situación europea fue favorable para la Revolución Americana: Napoleón incrementó su poder por medio de alianzas, como la del 23 de febrero de ese año, con Prusia, y el 4 de marzo, con Austria.

Pero, a mediados de ese año, comenzó el declive de Bonaparte, principalmente cuando atacó a Rusia. A partir de allí, se sucedieron sus derrotas, como haber primero el ejército que había llevado contra el imperio de los zares, aplastado por el invierno ruso.

A comienzos de 1813, al tiempo que se reunía en Buenos Aires la Asamblea General Constituyente, quienes antes se habían aliado con Napoleón, le declararon la guerra: el 10 de marzo de 1813, lo hizo Austria, y el 16 del mismo mes y año también Prusia.

En España, el 27 de mayo de 1813, José Bonaparte huyó de Madrid y, el 21 de junio, se produjo la derrota de los franceses en Vitoria.

La situación en América

Todo ello produjo un cambio decisivo en la América revolucionaria, donde la situación se hizo cada vez más difícil, y del optimismo inicial se pasó a un acentuado pesimismo.

La Asamblea General Constituyente de 1813

La Asamblea General Constituyente de 1813 es uno de los hitos de la Historia y el Constitucionalismo Argentinos. Fue la primera de carácter nacional, elegida por el voto de los vecinos “libres y patriotas”.

La Asamblea fue dominada por el grupo liberal y reformista dirigido por Carlos María de Alvear y Bernardo de Monteagudo, y se inició con un gran empuje revolucionario.

Fue, fundamentalmente, la continuación y desarrollo de la Revolución de Mayo. Se buscaba concretar la idea independentista de esa gesta, y se retomaron los lineamientos trazados por Mariano Moreno, en especial su idea del dictado de una Constitución.

Se continuaron, así, sus propuestas expresadas en los artículos que publicó en “La Gaceta” durante los meses de octubre y noviembre de 1810, con el título “Sobre el Congreso convocado y la Constitución del Estado”, donde decía que los diputados del interior, que estaban llegando a Buenos Aires por la convocatoria de la circular del 27 de mayo, debían integrar un Congreso que dictara una Constitución ([5]).

Allí se debatieron y desarrollaron los temas centrales de los primeros años de nuestra historia política: la forma de Estado, en cuanto a si debía utilizarse el sistema unitario, o el de confederación, o el federal.

También la forma de gobierno, pues si bien todos sus miembros eran republicanos, cuando la situación empeoró, se discutió si, estratégicamente, no convendría establecer una monarquía constitucional, a fin de lograr el apoyo de los países europeos que, por entonces, estaban restableciendo a los reyes, después del colapso de la Revolución Francesa, y de la próxima caída de Napoleón.

Y, fundamentalmente, por su obra, en el desarrollo y consolidación de los derechos y garantías individuales, que se asentaron definitivamente en el Río de la Plata.

Entre las personalidades que más se destacaron en la Asamblea, mencionaremos a Carlos María de Alvear y a Bernardo de Monteagudo.

Alvear era miembro de la Logia Lautaro, y quien tuvo mayor influencia en la Asamblea, en tal medida que se lo designó, por unanimidad, como su primer presidente, y que, cuando se produjo su caída, arrastró también a la misma ([6]).

Bernardo de Monteagudo luchó desde muy joven por la independencia hispanoamericana. A los diecinueve años, fue uno de los líderes de la Revolución de Chuquisaca del 25 de mayo de 1809, de cuya proclama fue el redactor.

Integró la Asamblea del Año XIII como representante de Mendoza, y fue uno de los impulsores de medidas de trascendentes, como la adopción de los símbolos nacionales, la abolición de la mita y la servidumbre indígena, la libertad de vientres y la supresión de los títulos de nobleza y los instrumentos de tortura.

Obra de la Asamblea

Si bien no es el objeto de este trabajo, en que analizaremos las relaciones internacionales, no podemos dejar de mencionar, al menos, algunas de las disposiciones que inmortalizaron a esta Asamblea.

La obra que más se recuerda de la Asamblea del XIII es la referida a libertades, derechos y garantías individuales.

En relación al problema de la esclavitud, los diputados promotores de su abolición anunciaron que su primera medida sería la liberación de todos los esclavos en el territorio nacional. Este anuncio provocó las airadas protestas del Brasil, el principal beneficiario del comercio negrero de América del Sur, ya que muchos de sus propios esclavos se fugarían hacia el territorio rioplatense.

Sin embargo, desde los primeros días del funcionamiento de la Asamblea, se dictaron numerosas normas trascendentes en cuanto al tema de la esclavitud. Lo fundamental es que se puso fin al tráfico de esclavos (aunque se dispuso la devolución de los fugados del Brasil).

En definitiva, fueron trascendentes en la región y en el mundo las normas que se dictaron desde el inicio mismo de la Asamblea, domo el decreto sobre libertad de vientres del 2 de febrero, y el del 4 de febrero, que dispuso la libertad de los esclavos que de cualquier modo entraran al territorio de las Provincias Unidas.  Igualmente, las normas complementarias, como el Reglamento para la educación de los libertos, del 6 de marzo.

Sin embargo, la norma del 4 de febrero tuvo que ser restringida el 29 de diciembre del mismo año, por problemas internacionales, porque Portugal advirtió que ese decreto produjo una numerosa huída de sus esclavos a la Provincia Oriental.

En consecuencia, se mantuvo sólo la ley de libertad de vientres, por la que se declararon libres los hijos de los esclavos nacidos en territorio de las Provincias Unidas después del 31 de enero de 1813. La abolición definitiva de la esclavitud debería esperar para regir hasta la sanción de la Constitución Argentina de 1853, en cuyo art. 15 se terminó definitivamente con esa afrenta a la dignidad humana.

Lo cierto es que, desde los primeros tiempos de la Asamblea, la presión internacional condicionó su obra, y sus normas sobre la liberación de los esclavos son una de las mejores muestras.

Respecto del trato a los indígenas, el 12 de marzo de 1813 se ratificó el decreto del 1 de setiembre de 1811, que suprimía las formas de sumisión bajo las que se encontraban, como los tributos, las encomiendas, las mitas, y yanaconazgos.

Por otra parte, en materia educativa, y en reguardo de los derechos a la dignidad y la integridad personal, el 9 de octubre de 1813 se prohibieron los azotes en las escuelas.

También en  materia de igualdad, por decreto del 21 de mayo de ese año 1813 se suprimieron los títulos de nobleza; el 13 de agosto los mayorazgos y vinculaciones; y el 26 de octubre los escudos de armas particulares de los lugares públicos.

En materia judicial, se creó la Cámara de Apelaciones y, por ley del 21 de mayo de 1813, se prohibieron los tormentos, y en setiembre se dictó el Reglamento de Administración de Justicia.

Temas centrales con implicancias internacionales

Soberanía Internacional

Antes de la instalación de la Asamblea, sus principales promotores habían anunciado que se declararía la independencia de las Provincias Unidas.

Así, Monteagudo, en 1812, fundó el periódico Mártir o Libre, en donde planteaba la necesidad de una inmediata proclamación de la independencia.

Además, algunos diputados traían instrucciones a fin de propiciar la declaración de la independencia y el dictado de una “Constitución definitiva”, tal como ordenaba el gobierno de Córdoba.

Por los problemas que veremos más adelante, no se declaró formalmente la independencia, pero se adoptaron resoluciones que en la práctica implicaban el surgimiento de una nueva Nación independiente, y significaron la separación de España.

Veamos algunas de ellas: el Triunvirato dictó un decreto en cuyo artículo 1º se invocaba el “Supremo Poder Ejecutivo Provisorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata”. Consecuentemente, si el Poder Ejecutivo era supremo, significaba que no admitía ningún otro poder superior, ni en lo interno ni en lo externo. Digámoslo con otras palabras: no se aceptaba el poder del rey de España, al que se había estado jurando obediencia hasta ese momento; y tampoco a otro órgano, como eran las Cortes de Cádiz.

A continuación, el mismo decreto hacía referencia a “los Diputados de las provincias libres del Río de la Plata”. Y agregaba que “reside en ella (la Asamblea) la representación y ejercicio de la soberanía de las Provincias Unidas del Río de la Plata, y que su tratamiento sea el de Soberano Señor”.

Insisto en los términos usados en ese acto fundacional: “Supremo Poder”; “provincias libres del Río de la Plata”; “soberanía de las Provincias Unidas del Río de la Plata”, y se proclamaba la “libertad” de las provincias rioplatenses.

Fundamentalmente, la Asamblea se declaró soberana, y se dictaron numerosas normas relacionadas con la soberanía: declaraciones, símbolos, monedas, ciudadanía. Pero ¿qué es la soberanía? Soberanía significa no aceptar ningún poder superior. En ello se incluía, sin dudas, a todo órgano que estuviera fuera de las provincias del Río de la Plata, particularmente en España.

También hay que destacar lo relacionado con el Juramento y la Ciudadanía.

En cuanto al juramento, el 31 de enero de 1813 se instaló la Asamblea sin mencionar la sumisión a Fernando VII. El Triunvirato, autoridades civiles, eclesiásticas y militares juraron “por la causa del país y la felicidad común de los pueblos”.

Respecto de la ciudadanía, el 3 de febrero se ordenó la remoción de los empleos de todos los europeos que no hubieran obtenido la ciudadanía, y el 23 del mismo mes la de los empleos de los españoles. También se exigió ciudadanía a los escribanos.

En definitiva, se ratificó la legislación sobre nacionalidad y ciudadanía que se había dictado desde 1810. Un decreto del 4 de agosto estableció la categoría de  ciudadanos beneméritos.

En igual sentido, tuvo un particular significado internacional la adopción de los símbolos aprobados en la Asamblea: el sello oficial de la Asamblea pasó a ser el Escudo Nacional Argentino (el sello guardaba algunas semejanzas con el adoptado por la vertiente republicana de la Revolución Francesa). El 11 de marzo de 1813 se aprobó la  Marcha patriótica, en la que se proclama “Una nueva y gloriosa Nación”.

El 13 de abril y el 28 de agosto de 1813, se ordenó acuñar la primera moneda nacional, en oro y plata (el sol incaico sustituía a la efigie del Rey).

El 5 de mayo de ese mismo año 1813 se declaró fiesta cívica al 25 de mayo, lo que en adelante serían las “Fiestas Mayas”.

El 4 de mayo de 1813 se abolió el uso del escudo de Armas de España.

Se estableció un nuevo escudo con la leyenda “en Unión y Libertad”.

También fueron actos de soberanía las distintas medidas que se tomaron respecto de la Iglesia Católica: el 23 de marzo de 1813 se suprimió el tribunal de la Inquisición, lo cual significó no sólo un enorme avance en materia de libertad de conciencia y de cultos, y en derechos individuales, sino también un acto de independencia, por cuanto así se cortaban vínculos con España.

El 4 de junio de 1813, se declaró la independencia respecto de autoridades eclesiásticas fuera del territorio; el 16 del mismo mes, se modificaron las jurisdicciones eclesiásticas, y el la organización Eclesiástica.

También se legisló sobre las rentas eclesiásticas, y sobre el derecho a testar de los jesuitas.

En definitiva, todo ello equivalía a la declaración de la independencia, aunque no se haya utilizado esa palabra.

Soberanía Popular

Pero se proclamó la soberanía no sólo en lo externo, sino en los interno, pues reconoció el principio democrático de la soberanía de la Nación asentada en el pueblo.

En síntesis: la Asamblea, al asumir declaró que sus diputados eran los representantes de las provincias que se declaraban libres y unidas del Río de la Plata; que en ella residía la representación de la soberanía del pueblo; que su instalación tenía como fin dictar una constitución y finalmente eligió a su presidente y secretarios.

Ante toda esa legislación y proclamas, ¿podemos decir que no se proclamó la independencia?

Obra Constituyente

La Asamblea fue convocada como “constituyente” y así se proclamó a sí misma. Pero, por el cambio de las circunstancias externas e internas, no pudo dictar una Constitución. 

Sin embargo, se presentaron cinco proyectos de Constitución.

Uno fue el “Proyecto de Constitución para las Provincias del Río de la Plata” preparado por una Comisión Especial nombrada el 2 de noviembre de 1812 por el Segundo Triunvirato.

Este proyecto estaba inspirado fundamentalmente en la Constitución de Cádiz y en las primeras constituciones francesas.

En su Capítulo I se proclamaba que el nuevo Estado sería una República Libre e Independiente, y en el art. 2 que la soberanía reside en el pueblo.

Establecía, entre otras medidas en favor de la libertad y los derechos individuales, la prohibición de la esclavitud, y la libertad de los esclavos que llegaran a esas tierras, por sólo pisar su territorio.

Otro fue el “Proyecto de Constitución de la Sociedad Patriótica para las Provincias Unidas del Río de la Plata en la América del Sur”.

Sus principales fuentes fueron la Constitución de Estados Unidos y las primeras francesas.

El art. 1 proclamaba a las Provincias Unidas de América del Sur

También existió un Proyecto de Constitución anónimo, del 27 de enero de 1813, que se supone fue preparado por la Asamblea. Es el “Proyecto de Constitución para las Provincias Unidas del Río de la Plata”, en cuyo art. 3 decía que la ley se funda en el principio de la voluntad general, terminología de origen claramente fundada en la Revolución Francesa.

También se presentó la primera constitución provincial, en el “Proyecto de Constitución Territorial para la Provincia Oriental”, que se supone fue traído por los diputados artiguistas.

El mismo origen debe haber tenido el Proyecto de Constitución Federal llamado “Artículos de Confederación y Perpetua Unión entre las Provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Corrientes, Paraguay, Banda Oriental del Uruguay, Córdoba, Tucumán, etc.”

Era una traducción casi literal de los Artículos de Confederación y de la Constitución Federal de Estados Unidos que, entre otros datos interesantes, contenía el principio republicano de la periodicidad de los mandatos, al prever un Poder Ejecutivo con una duración de 2 años, y sin reelección, y que sería rotativo entre las provincias.

Problemas que debió enfrenar la Asamblea

La Asamblea se inició con una situación política y militar auspiciosa: se habían producido los triunfos de Tucumán, El Cerrito, Salta y San Lorenzo.

Pero el ímpetu inicial de a poco tuvo que ir enfriándose como consecuencia de los cambios que se produjeron en la situación interna y externa.

La situación en el Río de la Plata

El mismo año en que se inició la Asamblea, la situación comenzó a empeorar: el 2 de septiembre y el 15 de octubre, llegaron de España 1.000 soldados para reforzar la guarnición de Montevideo, agravando el problema que tenía el gobierno patrio con ese enclave realista. El 27 de septiembre de 1813 se produjo el desastre de Vilcapugio, y el 9 de noviembre el de Ayohuma, con lo que la frontera norte quedaba abierta al ingreso de los ejércitos realistas.

Los patriotas temían que Gran Bretaña hubiera abandonado su política amistosa, y se sospechaba que Portugal concedería una base en Brasil para la expedición que se preparaba en Cádiz. También aumentaron los rumores de una sublevación de los españoles en Buenos Aires y en Montevideo ([7]).

Además, el Triunvirato y la Asamblea perdieron prestigio. Había graves disidencias en la Asamblea, principalmente entre los partidarios de Alvear y los de San Martín.

Se creó el directorio, cargo que se puso en manos de Posadas, pero fue un gobierno débil.

La guerra con Montevideo continuaba, e implicaba un peligro permanente a las puertas mismas de Buenos Aires. Y también se estaba en guerra contra Artigas, que el 20 de enero de 1814 abandonó el sitio de Montevideo.

Además, estaba la amenaza de una invasión portuguesa.

En síntesis: el director Posadas se encontraba con la derrota y retirada de Belgrano en el norte, que los patriotas chilenos habían sido vencidos, y la rebeldía de Artigas en el litoral y los caudillos en el interior.

 

La situación en Europa y en España

Pero más grave aún era la situación europea, por el avance de los ejércitos aliados contra Napoleón, y el consecuente crecimiento de las posibilidades de que Fernando VII volviera al trono. Este último ya esgrimía la amenaza de una terrible venganza, y comenzó una persecución implacable y sangrienta contra quienes se opusieran a sus propósitos.

Por otra parte, las buenas relaciones de Gran Bretaña con España hacían temer la pérdida del apoyo británico.

Todo ello provocó que se advirtiera el gran peligro que corría la Revolución, y determinó que se aceleraran los esfuerzos diplomáticos para buscar una salvación.

La situación totalmente desfavorable para la Revolución en todos los frentes llevó a que lo prioritario dejara de ser la independencia y pasara a ser la diplomacia.

Hasta la buena noticia de la toma de Montevideo por Alvear, el 23 de junio de 1814, llegó a Buenos Aires juntamente con la mala de la caída de Napoleón y el regreso de Fernando VII al trono, que lo hizo con una concepción completamente absolutista.

La liberación de Montevideo había mejorado la situación en el Río de la Plata, pero la actitud de Artigas y de Otorgués producía mucha inquietud.

Lo cierto es que, cuando Fernando VII volvió al trono, restableció el absolutismo y la Inquisición, y persiguió implacablemente a quienes no se sometían. En cuanto a América, de inmediato puso de manifiesto su propósito de dominar las colonias rebeldes.

En Cádiz se preparaba un ejército de 15.000 hombres para venir al Río de la Plata. Era sabido que no demorarían un día la invasión si la pudieran realizar de inmediato. En Buenos Aires se vivía observando el horizonte por donde aparecería la gran armada de la reconquista, que nadie podría contener.

Obra Diplomática de la Asamblea

Antecedentes

Ya en 1810 el gobierno de la Revolución de Mayo advirtió la importancia de desarrollar una acción ante las potencias extranjeras, a fin de poder consolidar la posición ante el mundo.

Así fue que ese año se envió a Mariano Moreno ante Gran Bretaña, pero la misión se frustró por la muerte del emisario durante el viaje.

Americanismo

Desde el inicio de la Revolución de Mayo los distintos gobiernos patrios trataron de fomentar las relaciones con el resto de América. Ya el 26 de mayo de 1810 se hizo saber al cónsul Joel Poinsett y vicecónsul William Miller de los Estados Unidos que se consideraba a ese país como “los únicos amigos verdaderos de su causa”.

El contenido de alcance americanista o continental de la Asamblea de 1813 quedó plasmado en el juramento que los diputados formularon: “¿…prometen a la patria desempeñar fiel y exactamente los deberes del sublime cargo…promoviendo los derechos de la causa del país al bien y felicidad común de la América?”.

Muy claro fue también en este sentido el Proyecto de Constitución de la Sociedad Patriótica, el que se pronunciaba por la Unión Americana.

El 9 de marzo de 1814 el director Posadas se dirigió al presidente de los Estados Unidos, Madison, invitándolo a una “alianza amistosa”, porque ese país tenía la fortuna de ser “…el único pueblo libre del mundo y cuyos sentimientos filosóficos y políticos ambicionamos imitar …”. Le solicitó armas y municiones, a cambio de un “…tratado de comercio que sea ventajoso para Estados Unidos” Pero esos esfuerzos fracasaron porque Estados Unidos estaba en guerra con Gran Bretaña y necesitaba todos sus recursos en su defensa.

Por su parte, la Asamblea tuvo vínculo directo con el Congreso de Estados Unidos.

Los intentos de acercamiento con el país del Norte continuaron después de la disolución de la Asamblea. El nuevo director, Alvarez Thomas, se ocupó de asegurar al cónsul de Estados Unidos que las disposiciones amistosas no habían cambiado, y que eran de recíproco interés para ambos países.

Años más tarde, después del retiro de San Martín, Bernardo de Monteagudo fue uno de los más importantes colaboradores del libertador Simón Bolívar, que, como es sabido, impulsó la Unión Americana. Monteagudo en toda su prédica desarrolló la visión americanista de la revolución hispanoamericana, continuando la prédica de  Francisco de Miranda, y por ello propuso y diseñó la organización de una gran nación con los territorios que habían pertenecido a la corona española. Fue en realidad quien más influyó en la idea americanista de Bolívar, y en la convocatoria del Congreso Anfictiónico de Panamá ([8]), para establecer una confederación que incorporara a todos los estados de América.

Más aún: Monteagudo escribió -aunque no pudo concluirla a causa de su muerte- la que se considera su obra más destacada, el “Ensayo sobre la necesidad de una federación general entre los estados hispano-americanos y plan de su organización”.

Relaciones Exteriores de la Asamblea y el Directorio

Durante el funcionamiento de la Asamblea de 1813, se realizaron numerosas gestiones diplomáticas.

El director Posadas negoció en todos los frentes. El 7 de marzo de 1814 escribió a Vigodet, en Montevideo, proponiéndole un armisticio.

Dos días más tarde, se dirigió al presidente de los Estados Unidos invitándolo a una alianza amistosa.

El 20 del mismo mes partió la misión de Juan José Paso a Chile, quien realizó una labor muy importante, y trató de mediar entre Carreras y O’Higgins. Además, Paso informó al gobierno de Buenos Aires de la intensión de Carreras de formar un Estado en el nuestro.

El 1 de septiembre de ese año 1814 Posadas nombró a Ventura Vázquez para proponer un armisticio al general Pezuela, aunque fracasó.

La derrota militar, la anarquía interna y la situación europea llevaron a replantear la política exterior.

Lo cierto es que a la Asamblea y al director se les presentó un dilema: o defender la independencia absoluta apoyándose en la voluntad popular y el ejército, o negociar con Fernando VII para obtener un régimen con gobierno propio. Lord Strangford aconsejaba lo último, y Posadas lo aceptó.

Se intentaron caminos alternativos, soluciones intermedias entre lo que eran sus intenciones y la realidad.

Las tratativas fueron en varios sentidos, sin excluir ninguna posibilidad, y se fueron acomodando según cambiaban las circunstancias, pues los acontecimientos se sucedían con rapidez.

Los distintos enviados se encontraban permanentemente con nuevas situaciones que los obligaban  a modificar los planes y directivas anteriores.

Las gestiones diplomáticas más importantes durante el funcionamiento de la Asamblea fueron tres. Las dos primeras durante el directorio de Posadas, y la última durante el breve mandato de Alvear.

Ellas fueron la misión de Sarratea a Brasil y Gran Bretaña, a fines de 1813; la de Belgrano y Rivadavia, con esos mismos destinos a fines de 1814, y la que envió el nuevo director Alvear a comienzos de 1815.

Misión de Sarratea a Brasil

A fines de 1813, durante el gobierno del Segundo Triunvirato, Sarratea fue enviado a Brasil a realizar gestiones ante lord Strangford.

El propósito de la misión era detener la proyectada invasión española ([9]).

De acuerdo con este propósito, Sarratea negoció un armisticio en Río de Janeiro, y, más tarde, desde Londres, se dirigió ante el gobierno español para lograr una reconciliación.

Las directivas que llevaba eran que la pacificación del país debía ser sobre las bases de la libertad  y la igualdad, “no para obtener un perdón vergonzoso”.

En Brasil, se entrevistó con Strangford y el comisionado regio Del Castillo. También se ocupó de advertir a al representante británico de la intervención de Portugal en el Río de la Plata, por la parte activa que tuvo el general portugués Souza en la conspiración de Álzaga. Otro objetivo era buscar la neutralidad de Portugal.

Lo cierto es que lord Strangford le brindó una acogida muy cordial, pero también se sabe que tuvo al corriente de esas tratativas al encargado de negocios de España.

Sarratea se ocupó de destacar que Buenos Aires quería la paz, pero no la sumisión incondicional a España.

En un comienzo, un armisticio se planteó como favorable, pues les convenía a todos: a los patriotas, los españoles de Montevideo, a Del Castillo, y a Gran Bretaña. Así fue que se proyectó una tregua por 8 meses.

Sarratea consiguió estimular el interés del ministro Strangford, quien estaba convencido que era un momento muy propicio para la reconciliación de las Provincias Unidas y España con la mediación británica y vincular también al embajador español para aceptarla. Ambos, Strangford y el embajador español recomendaron a sus gobiernos realizar actos para el cese temporal de las hostilidades.

Pero Del Castillo suspendió la negociación cuando llegó la noticia de la derrota patriota en Ayohuma.

Esas negociaciones derivaron también en una propuesta del director Posadas al gobernador de Montevideo, Vigodet, pero éste lo rechazó.

Sarratea aprovechó esas tratativas para advertir al gobierno de Buenos Aires que Portugal temía que las ideas de la Revolución del Río de la Plata se extendieran al Sur de Brasil. Además, aconsejó a la Asamblea que tratara la paz. Escribía que era necesario “empezar por celebrar de un modo público y oficial el regreso del rey Fernando VII”, para obtener “las ventajas que nos concede la Constitución española”, pero sin negociar directamente con España hasta ver los resultados de la mediación británica.

Misión de Sarratea al Reino Unido

El 20 de marzo de 1814 Sarratea continuó su viaje hacia Londres, a fin de proseguir con las tratativas que se le habían encomendado.

Allí, continuó con el objetivo central de detener la expedición militar que se preparaba en Cádiz, y debía ofrecer, entre otras cosas, ventajas mercantiles a Gran Bretaña.

Además, en Gran Bretaña buscaría que vinieran al Río de la Plata maestros, oficiales armeros, y elementos para continuar la lucha contra los “tiranos de Cádiz”.

Esas tratativas sufrieron un revés porque, el 29 de marzo de 1814, el rey de Fernando VII recuperó su trono. Desde sus primeros actos demostró que pensaba gobernar con el mayor absolutismo. Desconoció las Cortes y la Constitución de 1812.

Sarratea inició también negociaciones con Carlos IV para “alimentar la guerra del padre contra el hijo”, objetivo que, como veremos más adelante, tenía posibilidades de éxito.

Pero durante todo ese año 1814, en Europa todo aparecía como contrario a los intereses de América: el 20 de abril de 1814 abdicó Napoleón, y ahora las potencias de ese continente (en especial España) quedaban con las manos (y los ejércitos) libres para recuperar sus colonias americanas.

En ese contexto, el 25 de mayo de 1814, Sarratea realizó una presentación ante Fernando VII, donde presentaba a la Revolución de Mayo como “discordia civil”, y acusaba a las autoridades de Cádiz de habernos tratado cruelmente.

Misión de Rivadavia y Belgrano

El 24 de agosto de 1814 el director Posadas convocó a la Asamblea para tratar el “orden actual de Europa y nuestras Relaciones Exteriores”.

La situación se presentaba sumamente difícil, y la Asamblea facultó al Director para negociar con España supeditando lo concertado a la aprobación del cuerpo.

En sesión secreta, autorizó al Director a negociar ante la Corte de España. Irían Belgrano y Medrano para felicitar a Fernando por su regreso al trono, y buscar la paz. Querían “alcanzar por medios pacíficos y honrosos la libertad y los derechos que estas provincias reclaman y pueden prudentemente esperar”.

Posteriormente Medrano renunció y fue reemplazado por Rivadavia.

El director Posadas encargó a Rivadavia y Belgrano conseguir el reconocimiento de la independencia de las Provincias Unidas y la fundación de una monarquía constitucional.

La misión admitía como posible una monarquía constitucional, y el director de la misma era en la práctica Rivadavia.

A los enviados se le entregaron Instrucciones públicas y secretas.

Las Instrucciones públicas, para Rivadavia y Belgrano firmadas por Posadas, y entregadas el 9 de diciembre de 1814, establecían tres puntos fundamentales: convenir con Sarratea el plan a seguir; felicitar a Fernando VII por la reasunción en el trono; y hacer propuestas sobre bases justas que serán examinadas por la Asamblea.

Las Instrucciones secretas, del 10 de diciembre de 1814, entregadas a Rivadavia, indicaban que, sea cual fuere la situación de España, había que obtener la independencia política de este continente o, al menos la libertad civil de estas provincias. Para ello indicaba seguir los siguientes pasos:

1. Sólo se buscará la independencia política de este continente o, al menos, la libertad civil de estas provincias.

2. Si no se logra, aceptarán la venida de un  príncipe de la Casa Real de España bajo la Constitución que establezcan estas Provincias. Pero la administración quedará en manos de los americanos.

3. Si España insiste en la dependencia servil, deberá ir a otra Corte europea para procurar un príncipe inglés o de otra nación aliada para coronarlo bajo la Constitución que establezcan las Provincias Unidas. La gestión ante el rey Fernando VII era “dictada por la necesidad y no por la afición a una metrópoli tirana y opresora”.

4. Omitirán viajar a España si Gran Bretaña garantiza la coronación de un príncipe de la Casa Real o de otra Corte aliada. “Las Provincias Unidas jamás entrarán en tratos con España si pueden contar con la protección de Gran Bretaña”.

5. Los acuerdos estarán supeditados a la sanción de la Asamblea.

De ello surge que el principal propósito de esta negociación era asegurar la libertad civil de las Provincias Unidas, para defenderse de la “dependencia servil y opresora de España” que ya anunciaba el absolutismo de Fernando VII y obtener la independencia o protección real para establecer gobierno propio.

Había que “asegurar la independencia de la América”. Además, como siempre, se pretendía ganar tiempo y se “desea  la protección de Gran Bretaña” para defenderse de España.

“El pavor que infunde la expedición militar que se prepara en Cádiz ofusca a nuestros estadistas, acuciados por las contiendas civiles”, dice Cárcano.

Cuando partió la misión de Rivadavia y Belgrano, en Buenos Aires se generaron recelos, por lo que el 14 de enero de 1815 la Asamblea emitió una circular reservada, a fin de aventar las sospechas.

Los enviados se detuvieron en Río de Janeiro para solicitar apoyo al ministro británico. Al llegar a Río, Lord Strangford los recibió deferentemente, comprometió su influencia para el mejor éxito, y les hizo saber que su gobierno había manifestado al de Brasil que no permitiría su injerencia en los asuntos del Río de la Plata.

Pero no obtuvieron ninguna promesa sustancial. Rivadavia escribió que ese “vil” y distinguido ministro se desenvolvió “muy pobremente”.

Para entonces, en Brasil había cundido el temor de que la expedición española trajera una peste desde Cádiz, lo cual predispuso a la población contra la misma.

Por su parte, la escuadra inglesa se alistó para defender Santa Catalina de un posible desembarco español.

Es decir, que el ambiente en Río de Janeiro no iba a ser favorable a la escuadra española cuando llegara allí.

Además, Rivadavia entendió que Portugal permanecería neutral por imposición de Gran Bretaña.

En Europa, Rivadavia debía informarse por Sarratea sobre la política inglesa y, en caso que admitieran “mandar un príncipe de su Casa Real o de otra de sus aliadas” bajo la Constitución que fijen estos pueblos “omitirá su viaje a España”, y sólo tratará con Inglaterra. El objeto de las gestiones era romper con España.

También allí, el verdadero fin era ganar tiempo y prepararse para resistir a España en las mejores condiciones.

Rivadavia y Belgrano salieron de Río de Janeiro el 16 de marzo de 1815 y el 7 de mayo llegaron a Gran Bretaña, donde se enteraron del regreso de Napoleón, que daría comienzo a lo que se conoce como los “Cien Días”.

El 13 de mayo hablaron con Sarratea que había estado negociando con Carlos IV, pues era sabido que Fernando estaba dispuesto a proceder a sangre y fuego.

Tratados entre Gran Bretaña y España

Uno de los factores que más dificultó las tratativas con Gran Bretaña fue que ésta deseaba estrechar vínculos con España, por lo que pasó a ser neutral.

A todo esto, en ese año 1814 se firmó un tratado entre Gran Bretaña y España, en el que se reconocía a la primera como nación más favorecida. Ante la nueva situación, el 28 de agosto de 1814 Gran Bretaña prohibió la venta de armas a los rebeldes americanos.

En realidad, estos tratados eran sólo por conveniencia mutua, pues Gran Bretaña y España nunca fueron “aliados sinceros, los separaba una filosofía política diferente”. “La actitud de los whigs británicos, la presión de sus mercaderes y comerciantes y de la prensa opositora, contraria al absolutismo de los borbones, del príncipe regente y del duque de Wellington, fue tan eficaz que “promovieron un grito universal contra el gobierno de la península” e hicieron que todos los empeños de Madrid para obtener un empréstito y combatir a los rebeldes fueran inútiles” ([10]).

Además, Rivadavia pensaba con acierto que Gran Bretaña no ayudaría a España contra las Provincias Unidas, pues ello sería atentar contra súbditos y comerciantes ingleses en el Río de la Plata, a causa de que los mismos habían expresado reiteradamente su simpatía por los patriotas.

Negociación con Carlos IV

Sarratea fue a Roma, negociando con Carlos IV, para coronar al infante Francisco de Paula. Sabía que los padres de Fernando VII estaban descontentos con éste, pues no les pagaba la pensión convenida y los hacía espiar.

Pretendía que el rey Carlos reasumiera su autoridad y crease un reino independiente en el Río de la Plata, que comprendería el Río de la Plata y Chile, designando como soberano al infante Francisco de Paula.

Agregaron un proyecto de Constitución que incluía libertad de cultos y de conciencia, libertad de imprenta, inviolabilidad de la propiedad, y Poder Legislativo con una Cámara de Diputados elegidos por el pueblo.

La nueva monarquía constitucional se llamaría Reino Unido del Río de la Plata. Había cláusulas que definían el carácter democrático y constitucional del gobierno que se proyectaba: “Ninguna orden del Rey, sin autorización de su ministro correspondiente será cumplida”. También se garantizaba la inamovilidad de los jueces.

El problema era que lo que ofrecían no era un trono deseable para ninguna potencia europea, ni para ninguna casa real. No olvidemos que, entre otras cosas, el Río de la Plata estaba sumido en la anarquía.

Sin embargo, el conde de Cabarrús, que colaboró en las trativas de Sarratea, logró convencer a la reina María Luisa de la conveniencia de negociar. Además, Godoy se ocupó de proteger los intereses de los monarcas y de los suyos.

Pero el 18 de junio de ese año 1815 se produjo la batalla de Waterloo, con lo que Napoleón salió definitivamente de la escena política. Ello trajo como consecuencia que Carlos IV perdió a su protector y se afianzó Fernando, por lo que el padre se negó a seguir negociando sin la participación de su hijo.

Hubo sin embargo algunos proyectos alocados, como cuando Cabarrús intentó secuestrar al infante, embarcándolo engañado, a fin de que se diera cuenta del fraude recién al llegar al Río de la Plata.

Ante el fracaso de la misión hubo un incidente enojoso, porque Belgrano exigió a Sarratea y Cabarrús rendir cuenta de los fondos invertidos. Ello provocó que estuvieran a punto de realizar un duelo entre Belgrano y Cabarrús, pero Rivadavia logró evitarlo.

Pese a la frustración de las tratativas con la familia real española, desde fines del año 1815 hasta julio de 1816, Rivadavia hizo un último intento ante el propio Fernando VII, pero fracasó pues ni siquiera fue recibido, y se lo expulsó del Reino.

Era lógico que, al estar triunfante en España, y con todo a su favor para la recuperación de las colonias en América, Fernando VII no tuviera interés en esas gestiones.

Expedición de Morillo

El principal motivo de los temores y las desesperadas negociaciones con Gran Bretaña y España era el poderoso ejército que España estaba terminando de preparar para reconquistar el Río de la Plata.

A finales de 1814, Pablo Morillo y Morillo fue designado por el rey Fernando VII como el jefe de la “Expedición pacificadora”; ésta, se encontraba destinada originalmente a la sitiada plaza de Montevideo para contribuir luego con el Ejército Real del Perú en la recuperación de las provincias del Río de la Plata.

La invasión realista prometía aplicar la “venganza insaciable” de Fernando VII, y que, “a todos los cabecillas, de cualquier número que sean, pasarlos por las armas, sin darles más tiempo que el preciso para que se dispongan a morir cristianamente”.

La expedición partió de Cádiz el 15 de febrero de 1815. Constaba de unos sesenta y cinco buques principales, de los cuales dieciocho eran de batalla. El total de la expedición entre la marinería, servicios logísticos y fuerza de combate sumaban unos 15.000 hombres.

Sin embargo, las noticias de la caída de Montevideo en manos de los patriotas, y el estado de insurrección de las provincias de Costa Firme, hicieron que fuera desviada a Venezuela y Nueva Granada. Debido a que no se publicaron los cambios en los planes la expedición causó gran miedo entre los independentistas de Buenos Aires. El 22 de mayo de 1815 un día después de llegar desde Río de Janeiro la noticia de que la expedición había zarpado con dirección a Buenos Aires, el Director Supremo y el Cabildo de la ciudad publicaron dos proclamas llamando al pueblo a combatir contra Morillo. Se recaudó todo el dinero posible para pagar los trabajos de defensa, los extranjeros fueron obligados a trabajar en ellos, se reclutaron hombres para engrosar los cuerpos de voluntarios y se ordenó la movilización obligatoria de todos los ciudadanos en las milicias.

La reconquista de Morillo en Venezuela fue, como se temía, a sangre y fuego. Se instalaron tribunales denominados "de guerra" para juzgar hechos de sangre, y tribunales "de purificación", para los delitos comunes. Morillo puso en marcha también unas "juntas de secuestro" en Nueva Granada y Venezuela, y lo mismo que en España durante la guerra de independencia española, se incautó propiedades y bienes para cubrir los gastos de mantener el ejército en campaña.

Morillo en la toma de Cartagena hizo condenar a miembros de la insurrección de Nueva Granada mediante lo que se denominó "Régimen del Terror".

Un ejemplo de la brutal represión que ejerció Morillo fue el fusilamiento en Bogotá, el 28 de octubre de 1816 , de Francisco José de Caldas y Tenorio, científicogeógrafo,botánicoastrónomonaturalistaperiodista, y notable escritor, quien por su erudición y vastos conocimientos sobre tantas disciplinas fue conocido entre sus contemporáneos como El Sabio. Cuando el general Morillo rechazó una solicitud de indulto para el mismo, dijo: "España no necesita de sabios".

Los venezolanos, cuando fueron invadidos, pidieron la protección de Gran Bretaña .

Dice Cárcano: “¡Cuánta semejanza tiene la posición de los patriotas venezolanos con la de los porteños de Buenos Aires! ¡Qué idéntica fue la reacción del gobernador Amador y la del Director Alvear ante la amenaza de las fuerzas de Morillo!” ([11]).

El temor que infundió era tan grande, que los portugueses temían más a los españoles que a los criollos ([12]).

Gestiones diplomáticas de Alvear

En enero de 1815 parecía que la venida de la expedición española al Río de la Plata era inevitable.

Además, llegó Rodríguez Peña desde Río de Janeiro con la noticia de la probable ayuda de Portugal y Gran Bretaña a España.

Incluso, se temía que Artigas jurara fidelidad a la metrópoli.

En el Río de la Plata reinaba una “anarquía desoladora”.

Ante este panorama, surgían diversas propuestas: una era negociar, que era lo que Lord Strangford alentaba desde Río de Janeiro. Otra, traer un monarca o buscar un protectorado.

Inmediatamente de asumir como Director, Alvear envió, en enero y marzo de 1815, cartas al Dr. Francia de Paraguay, proponiendo un acercamiento, pero no prosperó pues el dictador paraguayo continuó con su política de aislamiento.

En cuanto a las relaciones con los Estados Unidos, Alvear hizo algunos sondeos. Ello surge del hecho que el 11 de febrero  de 1815 el cónsul Thomas Lloy Halsey escribió al secretario de estado James Monroe con conceptos muy elogiosos hacia Alvear.

Misión García

Ante esa situación, en que todo se presentaba como contrario a la Revolución, el director Alvear creyó, aparentemente, que la única solución era ofrecer a Gran Bretaña un protectorado.

Alvear reunió secretamente al Consejo de Estado, y expuso el plan. Estuvieron todos de acuerdo, y se decidió enviar a Manuel José García, secretario de la Asamblea, quien reunía todas las condiciones para desempeñar esa tarea, y gozaba de la confianza de Alvear.

García debía lograr que ni Inglaterra ni Portugal ayudaran a España en esa campaña, y ponerle a ésta todos los obstáculos posibles.

El 26 de febrero de ese año García partió hacia Río de Janeiro y se entrevistó con lord Strangford, solicitándole una mediación ante la inminente expedición española que vendría al Río de la Plata.

Cartas a Strangford y Castlereagh

Entre otras cosas, García llevaba dos cartas: una para el embajador inglés en Río de Janeiro, Lord Strangford, y otra para Castlereagh ministro de relaciones exteriores del Reino Unido.

El 23 de febrero de 1815 García llegó a Río de Janeiro y enteró a Manuel Belgrano y Bernardino Rivadavia de su misión, haciéndoles saber las instrucciones.  Ambos se opusieron enérgicamente.

Además, Rivadavia se quejó al director Alvear que haya enviado a García para interferir en sus negociaciones.

García se reunió en secreto con Strangford a principios de 1815; no le entregó ninguna de estas dos cartas, pero le permitió leerlas. Strangford le aconsejó cambiar el texto de las misivas por otro más acorde con la nueva situación de alianza de Inglaterra con Fernando VII. Este nuevo memorial, escrito por García, fue enviado a Londres por medio de Bernardino Rivadavia, pero nunca fue entregado.

De todos modos, Lord Strangford envió a su gobierno una nota con su opinión sobre la situación en el Río de la Plata, donde advierte que si España tiene éxito Inglaterra puede perder las ventajas obtenidas. Además, advertía por el posible restablecimiento de la esclavitud y por el perjuicio que sufrirían los intereses de los residentes británicos.

Lo cierto es que esa misión fue totalmente rechazada por los partidarios de la continuidad colonial española en América. Así ocurrió con Carlota Joaquina de Borbón, hermana de Fernando VII, esposa del príncipe  regente de Portugal, que era “la cabeza del partido enconado y personal contra Buenos Aires”, y defensora acérrima de los derechos de su hermano en el Río de la Plata. En una carta que escribió a su hermano meses más tarde, se quejó de la conducta de su representante en Río, a quien consideraba demasiado crédulo y falto de experiencia: "Quiero prevenirte ahora que tu encargado Villalba ha remitido al ministerio de estado representaciones de Carlos Alvear, de Nicolás Herrera, de Manuel García y otros. Todos ellos son tus enemigos, todos conspiran contra tus dominios en estas regiones y todos son criminales."

Al año siguiente, Villalba fue reemplazado por el Conde de Casa Flórez, quien intentó convencer a Alvear de unirse a la causa de Fernando VII. Al no conseguirlo, le hizo llegar el fingido memorial de Alvear a Juan Martín de Pueyrredón, quien lo hizo publicar en 1818 en la Gazeta de Buenos Ayres.

Síntesis

En definitiva, el conjunto de factores mencionados hicieron que la Asamblea y los dos primeros directores creyeran que sólo con una monarquía podía asegurarse la independencia política de las Provincias del Río de la Plata.

El partido revolucionario se había debilitado y se dividía por la situación interna y las noticias del exterior.

Esas misiones no lograron sus objetivos por varios motivos, como el hecho que Fernando VII se consolidó en el trono a causa de la desaparición definitiva de Napoleón.

A ello se agregó que Gran Bretaña y España habían firmado el 5 de julio de 1814 un tratado secreto de amistad y alianza, tratado éste que era desconocido por el gobierno de Buenos Aires, y ello impidió que la primera ayudara a los patriotas.

La valoración histórica de la Asamblea, en su conjunto, tiene opiniones muy encontradas. Así, mientras José Ingenieros, en “La Evolución de las Ideas Argentinas” ([13]), la denomina “la Asamblea Revolucionaria”, y hace un panegírico de la misma, José Luis Busaniche, en su Historia Argentina, dedica un capítulo a la “Frustrada Asamblea de 1813” ([14]).

Estas negociaciones diplomáticas, en particular las desarrolladas por Alvear, han sido lo que se ha criticado con mayor dureza, porque supeditaron la declaración de la independencia a la situación internacional, a la invasión portuguesa y a la expedición española que estaba por llegar.

Pero lo cierto es que, en ese momento, había sólo dos alternativas: o el fin de Revolución, que por entonces parecía inevitable, por cuanto no había como detener al ejército de Morillo, o esas tratativas en las que se retrocedía respecto de los proyectos imperantes al inicio de la Asamblea.

No hay dudas en cuanto a que, en ese momento, la Revolución pudo sobrevivir por el cambio de destino del ejército del general Morillo.

Algo semejante ocurrió años más tarde, cuando iba a venir a estas tierras el ejército al mando del general Riego y, por un hecho ajeno a nosotros, se sublevó y fue destruido por los “Cien Mil Hijos de San Luis”.

Por otra parte, creemos que, en este tema, como en muchos otros de la Historia Constitucional Argentina, suele ocurrir que algunos historiadores toman documentos en forma aislada, y ello lleva a conclusiones no sólo parciales, sino también erróneas.

Además, en este caso particular, suelen tomarse como documentos decisivos algunos cuya autenticidad no está suficientemente probada.

Asimismo, es necesario tener en cuenta toda la documentación, no parte de ella. En el tema del que nos hemos ocupado, hay que confrontar las cartas públicas y las reservadas, su autenticidad, y, sobre todo, las acciones reales, en su conjunto.

Algunos autores, como Correa Luna y Rodríguez, dicen que las cartas enviadas a varias cortes fueron una simulación, para demorar la salida del ejército de Morillo.

Levene, por su parte, afirma que “El plan monárquico era una “gloriosa simulación” para ganar tiempo y prevenir los resultados de una invasión” ([15]).

Es cierto que la Asamblea, después de haberse iniciado como la continuidad de la Revolución de Mayo, profundizándola en cuanto a derechos y garantías individuales, principios democráticos y republicanos, finalizó en medio de tratativas monárquicas; y que comenzó manifestando expresamente que su objetivo era la independencia de estas tierras, con su declaración de soberanía, y terminó suplicando protectorados extranjeros.

Pero también es verdad en las negociaciones con Europa y Brasil se emplearon los hombres más capaces, aunque ello no fue suficiente.

El Directorio actuó siempre bajo la constante amenaza de la expedición militar que Fernando VII preparaba para el Río de la Plata, y el gobierno de Buenos Aires no estaba suficientemente informado de la situación política europea, ni conocía los propósitos de sus cancillerías. 

Asimismo, durante las deliberaciones de la Asamblea, hubo muchos otros problemas que se fueron sumando, como el enfrentamiento con Artigas y la Banda Oriental, que llevaría a prolongadas guerras civiles, durante varias décadas, entre el gobierno central y las provincias.

Por nuestra parte, creemos que, como lo expresamos anteriormente, la situación internacional fue el principal factor que motivó estos cambios.

En cuanto a Rivadavia, otro de los personajes más discutidos de la Historia Argentina, Cárcano opina que la correspondencia que envió a su gobierno “revela el celo e interés que pone en su misión, la atención y cuidado con que observaciones, las atinadas reflexiones que le sugieren las personas y los acontecimientos”.

Finalmente, debo destacar que esa política internacional, acertada o equivocada, fue continuada por quienes derrocaron a Alvear, produjeron la disolución de la Asamblea, y gobernaron después de ellos.

Así fue que el director Alvarez Thomas, surgido de la sublevación de Fontezuelas, escribió a Sarratea apoyando el “proyectillo de Italia y entretenerlo sin pasar a compromisos serios … redúzcase a trabajar sobre la protección de nuestra independencia”.

En definitiva, creo que las misiones diplomáticas fueron positivas para la causa patriota, porque contribuyeron a lograr que Gran Bretaña y Portugal no apoyaran la reconquista del Río de la Plata por Fernando VII. Y, gracias a esa falta de  ayuda, la expedición del general Morillo se desvió hacia Venezuela, en lugar de venir al Río de la Plata.

La Plata, octubre de 2013.

Carlos Alberto Mayón



[1] Otros acontecimientos europeos, como la revuelta de los “luddites” en Inglaterra, durante los años 1811 á 1813, no causó impacto durante muchas décadas en estas ex colonias españolas, pues eran propias de sociedades industrializadas, por lo que quedaban al margen los pueblos en que la producción era totalmente primitiva.

[2]Desde el 28 de diciembre de 1822 hasta el 4 de agosto de 1824

[3]Veladas de San Petersburgo, 3 vols., 1821

[4]Sobre el Papa, 1819

[5] (Ver: Moreno, Mariano. Escritos. Ediciones Estrada, Buenos Aires, 1956. Tomo II, págs. 223 á 252: “Sobre el Congreso convocado y la Constitución del Estado”. Octubre y noviembre de 1810

[6] Cárcano dice que su vertiginosa carrera política y militar lo hace recordar a Napoleón (Cárcano, Miguel Ángel. La Política Internacional en la Historia Argentina. EUDEBA, Buenos Aires, 1973. Libro III, tomos I y II.

[7] Cárcano La Política Internacional en la Historia Argentina. Libro III, tomo I, pág. 97

[8] Se lo llamó así en recuerdo de la Liga Anfictiónica de la antigua Grecia)

[9] Cárcano La Política Internacional en la Historia Argentina. Libro III, tomo I, pág. 101

[10] Cárcano La Política Internacional en la Historia Argentina. Libro III, tomo I, pág. 143

[11] Cárcano La Política Internacional en la Historia Argentina. Libro III, tomo I, pág. 163

[12] Cárcano La Política Internacional en la Historia Argentina. Libro III, tomo I, pág. 161

[13] Ingenieros, José. La Evolución de las Ideas Argentinas. Buenos Aires, Elmer, 1956. tomo II

[14] Busaniche, José Luis. Historia Argentina. Ediciones Solar, Buenos Aires, 1982

[15] Levene, Ricardo. Lecciones de Historia Argentina. Buenos Aires, Editorial de Belgrano, 1978. Tomos I y II